El Benito Villamarín ya es historia. El estadio verdiblanco que durante casi un siglo fue corazón, orgullo y refugio del beticismo ha comenzado a caer ante la maquinaria de demolición. Con cada muro derribado, con cada grada reducida a escombros, desaparece también una parte del alma de Sevilla y de todos aquellos que hicieron del estadio mucho más que un campo de fútbol: un símbolo de resistencia, pasión y eternidad.
UN TEMPLO CON HISTORIA
Construido en 1929 para la Exposición Iberoamericana y bautizado inicialmente como Estadio de Heliópolis, en 1961 adoptó el nombre de Benito Villamarín, en honor al presidente que impulsó la expansión y consolidación del Real Betis Balompié. Desde entonces, sus gradas se convirtieron en un mosaico de emociones: desde los días dorados del título de Liga en 1935 y la Copa del Rey de 1977, hasta las noches europeas que hicieron soñar a una afición que nunca abandona a los suyos.
El Villamarín no solo fue escenario de partidos. Fue también testigo de conciertos, eventos y celebraciones que unieron a toda una ciudad. Cada piedra, cada pasillo, cada asiento guardaba la huella de generaciones enteras que acudieron con abuelos, padres e hijos a vibrar con el Betis.
EL ADIÓS DE UN MITO
El anuncio de su destrucción provocó sentimientos encontrados. Para muchos, la tristeza de ver caer un pedazo de su vida. Para otros, la ilusión de imaginar un estadio moderno, preparado para el fútbol del futuro. Las excavadoras no solo derriban cemento, sino recuerdos: el rugido del ¡Manquepierda!, los goles que hicieron estremecer Heliópolis, las lágrimas de euforia y las de impotencia que quedaron atrapadas en sus paredes.
La demolición se ha planteado como un cambio necesario. La directiva del Real Betis apuesta por un nuevo estadio capaz de competir con los grandes estadios europeos, con mayor capacidad y accesibilidad.
EL LEGADO VERDIBLANCO
El Benito Villamarín fue mucho más que un campo: fue la casa de una forma de sentir. Allí nació y creció el grito que recorre España: ”¡Viva el Betis manque pierda!”. Fue testigo de derbis sevillanos cargados de tensión, noches mágicas, y aficionados locos y felices por su equipo.
Para los béticos, su demolición no significa olvido. El estadio se va, pero queda la esencia: la fidelidad de una afición que ha demostrado que su amor no depende de victorias, ni de derrotas.
EL FUTURO ESTÁ AQUÍ
En el lugar donde durante décadas se levantó el Benito Villamarín surgirá una nueva catedral verdiblanca. Un estadio que promete ser referente internacional, moderno y con la capacidad de acoger a más de 60.000 almas.
La historia del Betis se divide desde ahora en dos etapas: la del Villamarín, derribado pero inolvidable, y la del nuevo estadio que intentará estar a la altura de una afición única. El viejo coloso desaparece, pero deja tras de sí una algo imposible de demoler: la pasión de los béticos, que seguirán llenando las gradas para cantar con fuerza que su equipo nunca caminará solo.
Autor: Diego Galiana Zapata