El Girona FC ha comenzado la nueva campaña con más dudas que certezas. Tras una temporada histórica en la que logró superar expectativas y ganarse un sitio entre los clubes revelación y una en la que jugaron Champions League pero sufrieron mucho para mantener la plaza en primera división; el equipo dirigido por Míchel enfrenta ahora un arranque lleno de tropiezos, que han encendido las alarmas tanto en la afición como en el entorno futbolístico.
La ilusión con la que el conjunto catalán encaró la pretemporada contrastó con los resultados en las primeras jornadas. La falta de contundencia en defensa, errores puntuales en el mediocampo y la escasez de gol han pasado factura. Rivales que la temporada anterior parecían al alcance, hoy se muestran más sólidos. Esto hace más evidente la dificultad del Girona para imponer su estilo de juego.
Uno de los factores más señalados es la marcha de jugadores clave durante el mercado de fichajes. El equipo no ha terminado de suplir esas bajas con incorporaciones de peso, lo que ha repercutido en el rendimiento colectivo. A pesar de los esfuerzos de Míchel por mantener la identidad de un fútbol ofensivo y dinámico, el engranaje todavía no termina de funcionar como en los mejores momentos de la pasada campaña.
La presión tampoco es menor. Tras haber demostrado que podía competir contra clubes de mayor presupuesto, la exigencia hacia el Girona ha crecido. La afición esperaba un inicio firme, pero los resultados adversos han generado cierta impaciencia. El reto ahora pasa por recuperar la confianza y encontrar la fórmula que devuelva al equipo la solidez y frescura que lo caracterizaron.
El mal comienzo del Girona FC no debe interpretarse como una sentencia, sino como un aviso temprano. La temporada es larga y aún hay margen para corregir errores, pero será fundamental que el equipo recupere cuanto antes su identidad competitiva si no quiere ver comprometidas sus aspiraciones.
Redactado por Hugo Fernández Giner